Los médicos aseguran que al cadete del Salgueiriños, ya en planta, no le quedarán secuelas

 
Pablo Pérez habla con los cadetes del Salgueiriños en su primer entrenamiento. // Gustavo Santos

 
 Pablo Pérez habla con los cadetes del Salgueiriños en su primer entrenamiento. Santos 
 
 
 
 
 
 

 Tuvieron que pasar diez días para que Álex Meira abandonase la UCI pedriática del Hospital Xeral de Vigo tras recibir el pasado día 10 una parada cardiorrespiratoria mientras se entrenaba con el equipo cadete del Salgueiriños en el campo de A Xunqueira.
Según fuentes oficiales de dicho centro médico y el portavoz de la familia Pablo Pérez, «su evolución es buena y todo hace indicar que no le quedará ninguna secuela».
Añaden que el hecho de «que haya sido trasladado a planta ya es un hecho muy positivo, pero de todos modos tendrá que realizar unos exámenes exhaustivos para buscar la causa de dicho desplome». «A partir de ahora, tendrá que realizar muchas pruebas con el fin de que el equipo médico pueda dar un diagnóstico sobre su lesión cardíaca, con el fin de evitar otro episodio similar», añaden estas fuentes.
Pablo Pérez, su entrenador, fue precisamente una de las personas que le atendió en el primer momento junto con el entrenador del Pontevedra Blas Charlín, que fue quien le colocó la cánula de Guendel, artefacto providencial para evitar que quedase sin respiración.
Los propios médicos que le atendieron reconocieron que su intervención resultó decisiva para que salvar la vida del joven de Poio. Tras la llegada de la ambulancia a las instalaciones municipales, ya fueron los doctores quienes le atendieron y los que decidieron que había que trasladarlo al Hospital Xeral, ya que era el centro que tenía más medios para poder atenderlo debido a la extrema gravedad de ese momento.
Álex Meira, que en todo momento tuvo el apoyo del fútbol pontevedrés, recuperó la consciencia el pasado día 14. El día anterior se le había retirado el respirador, ya que podía hacerlo por sí mismo.
Ese día, el jugador ya comió un yogur y reconoció a sus familiares y amigos que estaban en dicho centro médico, mientras que el viernes ya comió normalmente y habló sin ningún tipo de problemas, además de mover todo el cuerpo, lo que significaba que en principio no tendría secuelas y que podría realizar una vida normal, a la espera del diagnóstico que facilite el equipo médico que le atendió.

 
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